domingo, 7 de agosto de 2016

Escribir


A veces, a uno le llegan textos que jamás se ha imaginado. El lunes pasado, en la reunión de comunidad académica de la Facultad de Educación recibí un texto de uno de los estudiantes del curso de Identidad, que orienta el profesor Gabriel Jaime Hernández, él pidió un tiempo en la reunión para hablarnos de un ejercicio que hizo con los estudiantes: escribir reflexiones surgidas a partir del trabajo de clase y meterlas en una botella de vidrio para luego circularlas entre docentes y estudiantes de la Facultad.

El profesor en mención hizo entrega de varias de las botellas a algunos de los profesores y, por esos azares de la vida, que a veces no lo son, me entregó una de las botellas. Le quité el corcho, saqué el papel que había allí y leí un mensaje de un estudiante, a quien ni siquiera conozco y de quién no sé su nombre, pues no lo tenía escrito porque así se los indicó el profesor. Sus palabras referían la docencia como un oficio que se asume para siempre y del cual se espera haga cambios en la sociedad. Estas palabras me hicieron pensar en mi oficio y en lo que significa para mí ser docente.

Vuelvo a la escritura, o más bien al texto en la botella, este texto me llegó como un pedazo de alguien, es una parte suya, y en sus palabras estaba él; esa es la maravilla de la escritura, nos permite ser, estar, permanecer, llegar a otros, signar a otros con nuestra huella, con nuestras palabras. Sí, de hecho soy un hombre lleno de palabras que me llegan de todo portador de texto, pero que disfruto enormemente en los libros... una novela, un cuento, un poema... la palabra llena mi vida, me hace sentir que existo, que estoy vivo, y entonces miro alrededor y veo que el mundo es una palabra y que yo estoy en ella.

Soy un hombre de palabras, que habla y que escribe, que busca siempre palabras felices para decir y para escribir, un hombre de palabras y de palabra, pues creo firmemente que es lo más valioso que existe y por ello me empeño en ella, aunque el mundo moderno no la valore y no la respete como en otros tiempos, creo a ciegas en la palabra como elemento fundador y diferenciador del hombre, por ello elijo decir y escribir en mi oficio de profesor, pues con ello quiero compartir y entregar lo que soy. Pero también elijo escribir para construir universos, emociones, sensaciones... para hacer un blog, por ejemplo.


1 comentario:

  1. Es inevitable no sentirme atrapada por afirmaciones tan certeras como: “Soy un hombre de palabras, que habla y que escribe […]” porque me hacen sentir protegida y segura como estudiante sobre el tipo de formación que estoy recibiendo y sobre el tipo de persona a la que llamo mi “maestro” cada semana; puesto que son esas las personas que necesitamos en una sociedad como la nuestra donde “el vivo vive del bobo” y nadie cumple su palabra, ni mucho menos reflexionan sobre sus acciones cotidianas. Por ende, no se conocen así mismos, por medio del uso escritura como pretexto. Entonces, considero valiosas estas reflexiones que hace y enseña con ejemplo, un profesor de Español serio en su profesión, lleno de vocación y pasión para transmitir el ánimo por la verdad y los valores necesarios para continuar el legado de la cultura y aporta su granito de luz a esta sociedad oscurecida por la falta de conocimiento y la falta del desarrollo de estas cuatro habilidades (HEEL) tan pregonadas pero tan olvidadas en su fin primigenio, el de hacer más humanos a los hombres.

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